Caulfield, el soñador. Salinger, el cuentista

ImageSe termina el El Guardián entre el Centeno y se empieza otra cosa rápidamente, porque si no se hace así uno tendería a darle demasiada importancia a esta novela, y acaso no merezca la pena. Y es cierto que la novela en algunos momentos llegue a acongojar, a emocionar; y lo es también que hay párrafos, sobre todos los descriptivos, que alcancen cierto grado literario, pero en definitiva la novela es engañosa y efectista, sobre todo esto último. Es posible que en el tiempo de su publicación el lenguaje usado por Salinger fuera novedoso y rompedor, pero más allá de esto la novela no es más que una sucesión de hechos que no dudo impresionaran a jovencitos que se iniciaban en esto de la literatura. Salinger se lo montó bien.

Pero sin embargo sí hay algo en la actitud de Holden Caulfield que me interesa especialmente: su capacidad de salir fuera de él mismo, de verse a si mismo fuera de la historia e imaginar lo que podría ocurrir a partir de un hecho concreto. Creo que ese es el gran acierto del personaje. Una actitud que preconiza la fuerza del cine en el subconsciente de la peña; ver en imágenes conscientes nuestro sueños. Holden odia el cine, pero no sabe que debe agradecerle al séptimo arte que tenga herramientas para soñar despierto. En el capítulo 14 tenemos el mejor ejemplo: «a medio camino, empecé a hacer como si me hubieran encajado un disparo en el vientre…», todo esto después de que le hubieran arreado un buen puñetazo en el estómago y simulando ser un personaje cinematográfico. Es lo mejor de la novela. Esa capacidad le hace verse así mismo haciendo cosas que no haría en la vida real, es como una válvula de escape. «¡Maldito cine! Puede amargarle a uno la vida, de verdad!» dice al final de ese capítulo.

Holden Caulfield es un personaje cinematográfico que se ha colado en una película contada en un libro por Salinger. De verdad, tío. .

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